Editorial | El bolsillo como variable decisiva: por qué Milei perdió en septiembre y puede volver a perder en octubre
- elojodesanmartin
 - 2 oct
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Por Juan Pablo Capriotti - Técnico Universitario en Administración Pública
En la política argentina, como decía Juan Domingo Perón, la víscera más sensible es el bolsillo. La derrota de Javier Milei en las elecciones bonaerenses de septiembre no se explica por los escándalos de corrupción de Karina Milei o José Luis Espert, ni por las denuncias de vínculos con el narcotráfico. Tampoco por la represión a jubilados o la desfinanciación de universidades. Todos esos factores pesan, pero el núcleo de la derrota está en la caída del ingreso real de la población.
Y aquí es donde conviene ampliar la mirada: no es solo la inflación la que deteriora el ingreso de los hogares argentinos.
Inflación: aunque la inflación interanual bajó del 84,5% en enero al 33,6% en agosto de 2025, esa desaceleración no se tradujo en alivio real. La suba de precios acumulada dejó cicatrices profundas en el poder de compra.
Desempleo y subocupación: con una tasa de desempleo del 7,6% en el segundo trimestre de 2025 y un alto nivel de subocupación, miles de personas trabajan menos de lo que desearían o directamente no encuentran empleo.
Informalidad laboral: afecta a más del 43% de los trabajadores. La mayoría son jóvenes y mujeres, sin aportes, sin estabilidad, y con ingresos muy por debajo del promedio formal.
Salarios reales: aun cuando las paritarias corrigieron al alza, gran parte de los convenios no lograron empatarle a la inflación. En sectores como construcción, gastronomía o comercio, los salarios reales siguen cayendo.
Pobreza laboral: tener trabajo ya no garantiza salir de la pobreza. Casi el 40% de los ocupados informales gana menos que el valor de la canasta básica individual.
Tarifas y servicios públicos: los aumentos en transporte, electricidad y gas reducen el ingreso disponible y golpean especialmente a los hogares de menores recursos.
En este contexto, el electorado castigó a Milei en septiembre y amenaza con volver a hacerlo en octubre. La teoría del economic voting lo explica con claridad: los votantes premian o castigan a los gobiernos en función de su situación económica inmediata. Si el salario rinde menos, si la changa se perdió, si el monotributista no llega a fin de mes, poco importa que las estadísticas macro muestren “desaceleración inflacionaria”: la experiencia personal pesa más que los gráficos.
El oficialismo, en apenas unos meses, mostró la combinación más peligrosa: inflación alta, ingresos deteriorados, informalidad persistente y pobreza laboral extendida. Esa suma explica mejor que cualquier escándalo político el resultado adverso en Buenos Aires y proyecta la posibilidad de una derrota nacional el próximo 26 de octubre.
Desde la administración pública, la lección es clara: si un gobierno quiere sobrevivir electoralmente, debe priorizar políticas que protejan y mejoren el ingreso real. La inflación es solo una parte del problema. Sin medidas contundentes contra la informalidad, la subocupación, la caída de salarios reales y el peso de las tarifas, el deterioro del bolsillo seguirá marcando la suerte política del oficialismo.






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